Uffff.... el título agota. Son las 12.50, está muy oscuro, pero los girasoles de mi jardín brillan con luz propia. Estoy cansada pero no me imagino acostada en este momento. Me siento como mis girasoles, irradiando ideas, intenciones, proyectos y sensaciones.
Este taller ha sido una experiencia extraña. Hace tiempo que no era "la nueva"; siento que la integración me cuesta. Este ha sido un gran tema en mi movida vida.... pero estoy descubriendo que mis grandes aprendizaje (junto con mis grandes depresiones), han tenido que ver fundamentalmente con grandes cambios. No recuerdo bien los de muy joven, quizá la primera imagen que tengo es de los 8 años, cuando llegué a USA y tuve que aprender el Pledge of Allegiance y la profesora que insistió que mi nombre era "Francesca". Luego recuerdo mi dificil transición en Nicaragua, mi primera depresión a los 14 años, pero después mi primer amor, la libertad de los años teen (odio la palabra adolescencia), aprender a manejar, viajar por Centroamérica, las amistades inolvidables... Años después la llegada a Chile, las historias que reconstruí de tanto escucharlas, las canciones que aprendí en fogatas sin haberlas oído jamás en la radio, los programas de televisión que nunca vi. Después encontré un lugar en el que me sentí a gusto, donde sentí que construía algo grande, positivo y valioso, y aprendí casi todo lo que sé sobre la vida profesional. Una ética fuerte, rigurosa, que significó para mí experiencias de aprendizaje y crecimiento importantes, que me acompañan todavía y espero que siempre. Luego, otro cambio, la maternidad, la sensación de amor absoluto acompañado de una fuertísima sensación de estar perdida uno misma. Es un aprendizaje gigante convertirse en madre. La capacidad de "dejar ir" y de "dejar venir". Luego otro país, la maravilla de descubrir algo nuevo y sentirse contenida, acompañada, pese a la soledad y la distancia. Y eso me trae a la revolución presente: la intuición de lo que no quiero, la decisión de dejar lo establecido y cambiar, el momento de buscar mi propio camino. Y en el presente, este Diplomado, todo nuevo, mucho estímulo, mucha gente, demasiadas ideas, pero sobre todo preguntas, dudas, inquietudes. Todavía no logro dejar a Madame Couteau (la Sra. Cuchillo) a un lado, no dejo de cuestionar(me), dudar(me), boycotear(me). En silencio, por cierto. Hasta hoy siempre pensé que la integración para mí es muy facil, he aprendido a observar y escuchar, pero es dificil soltar, siento que los cambios me cuestan aunque me entusiasmen, siento que no sé expresarme, que tengo que aprender a compartir mis experiencias y a entablar conversaciones útiles. ¿Quién habrá acuñado esa frase que dice que mientras más uno sabe, más se da cuenta de lo poco que uno sabe? Es una paradoja terrible. Parece que cuando estoy ante algo nuevo, cuando veo que viene un cambio, me siento tremendamente insegura.
Dije extraño antes, porque de alguna manera, a pesar de mí misma quizá, me siento muy integrada. Desde el primer momento fue todo muy amable, muy grato, muy acogedor. Encontré un grupo de personas extrañas, desconocidas, con las que comparto grandes ideales, una visión de mundo, un sentido ético profundo, un entusiasmo particular por la acción, una buena onda a toda prueba, incluso un lenguaje compartido. Esto último me ha asombrado especialmente, sin haber conversado jamás, la permacultura y la comunicología comparten tantos conceptos, tanta sabiduría... el crear comunidad, el aprendizaje en acción, la importancia de construir y fortalecer la comunidad de aprendizaje, el trabajo por proyecto. También he encontrado coincidencias con mis propias ideas en términos de la importancia de generar una red funcional, de trabajo, que comparte, que es generosa y solidaria... una maravilla... un girasol.
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